Oscuridad Infinita Capítulo 6.


Muy buenas tardes, noches, o días ―si es que ya es de día cuando lean esto―.
DarkLeonZero escribiendo.

Hoy por hoy les traigo el sexto capítulo de Oscuridad Infinita el cual se titula:
Un Buen Viaje a la Muerte.

El Cual es la continuación del Capítulo 5 anteriormente publicado.

Y es este capítulo el capítulo donde más me he esforzado en escribir, ya que contiene mis sueños y esperanzas para poder al fin ―si me apoyan― un comentario por ustedes, los lectores del Blog. así que sin más, los dejo con él.



CAPÍTULO VI:
UN BUEN VIAJE A LA MUERTE





―Ahora sigue el siguiente capítulo titulado como...; Un Buen Viaje a la Muerte ―dice el señor mientras deja de leer continuamente por un momento el libro para mecerse en la silla de madera en la que estuvo todo el tiempo sentado.
―¡Cuenta, cuenta! ―grita el niño emocionado para seguir con el suceso de la historia― ¡que comienceee!
―¡Vamos!... ¡Comienza! ―grita la niña detrás para apurar a su abuelo.
―Con calma chicos… aún falta… ―dice el abuelo mientras prosigue con la lectura.


Después de terminar de recoger todo lo que había quedado de la fiesta, despedirme de las pocas personas que quedaban, subir por el ascensor hasta mi cuarto, cambiarme a una ropa más cómoda para dormir y lanzarme a la cama..., me quedé profundamente dormido.
Soñé… y no fue precisamente un sueño muy placentero que digamos, ya que soñe que estaba encerrado en un cuarto completamente oscuro, donde no podía controlar nada… y me era imposible ver y sentir lo que había a mi alrededor... si es que había algo.
Después de intentar caminar, porque estaba seguro de que no me movía... una voz a lo lejos comenzó a llamarme en ecos constantes. Era… la misma voz de hace ya casi una semana. La misma voz que me pedía a gritos buscar algo... que, aún en ese momento, desconocía.
El eco de los gritos seguían llegando a mis oídos como si fuesen rayos constantes que sonaran cerca de mi, los cuales llenaban la oscuridad con una terrible repetición de una sola palabra… «Traelos...».
No podía moverme ni hacer que mi voz sonara… y no podía… respirar… hasta que súbitamente desperté con el sonido de unas cortinas abriéndose. «Veo que ya despertaste» dijo una voz conocida, pero que me era difícil reconocer por los incontables zumbidos que se propagaban a través de mis oídos. «No… aún no despierto… déjame dormir un poco más, Adél» inconscientemente dije ese nombre, y, solo por casualidad, había acertado.
Cuando abrí los ojos y me quité la almohada de la cabeza, pude verla allí frente a la cama, con ambos brazos descansando sobre su cadera… casi a punto de regañarme. «Pues no… no puedes seguir durmiendo, tienes visitas...» dijo regañandome y estiró el brazo izquierdo hacia a la puerta para señalarla. «Vístete y baja… seguro te siguen esperando… yo bajaré pronto también» terminó diciendo para acabar con sus órdenes.
Mandándome y sacándome forzosamente de la cama ―jalando las sábanas―, me hizo asearme, cambiarme y salir para bajar a recibir a mis invitados y demás, los cuales no tenía idea quienes eran, pero tampoco me importaban.
Al salir de la habitación, bajar con la hermosa vista que me brindaba el elevador y alcanzar la planta baja del hotel, observé como todo había cambiado drásticamente de la noche a la mañana… ya que todo, absolutamente todo, era diferente.
Habían personas por doquier… habían sillas y mesas por todas partes… maletas, mochilas y cualquier tipo de equipaje eran llevados de aquí para allá por incontables cantidades de botones y mucamas que dirigían a los huéspedes que se hospedaban en el hotel. Y, muchos de ellos, me saludaban como si me conocieran de toda la vida, aunque otros muchos simplemente me ignoraban… como si fuese un cero a la izquierda… a lo cual no le daba mucha importancia. Al fin y al cabo, muchos se quedarían solamente por un día, ya que la mayoría eran jóvenes universitarios que llegaban de visita, ya sea en plan vacacional, o mediante alguna recomendación junto a sus parejas o amigos.
Por otro lado, me dediqué a salir a la parte de la piscina para tomar aire fresco y a contemplar el maravilloso día que hacía… estaba nublado, pero sin pronóstico de lluvia... había menos de veinticinco grados, lo cual era muy bueno. Y… también era realmente la única zona del hotel que valía la pena visitar, ya que el templo del bosque no se usaba desde hacía mucho. De repente, varias voces comenzaron a llamarme a gritos detrás de mí, saliendo del hotel.
Eran los chicos; Angélica, Daniela, Arma, Alma, Adél, que iba llegando… Alejandro, Kirth, Leviatán y Saru. Ni Oryü ni Maestra se encontraban… tampoco Luna. Pero sí había alguien nuevo… Blanca, la cual no iba a hablar delante de mí... y que no había estado el día anterior, porque se había saltado la fiesta. Todos, incluyéndola a ella, venían corriendo desde el lobby con prisa. Y vestían sus trajes más formales. La mayoría eran trajes de una pieza de gala, que, según pude notar, combinaban muy bien con sus personalidades… trajes blancos, rojos, marrones, negros, verdes, azules… habían de todos los colores… los cuales vestían según sus características y según los que ya tenían anteriormente, como el traje de combate de Daniela, o el vestido blanco con diamantes de Angélica.
―¿Por qué la corredera? ―pregunté estando seguro de que me perdía de algo importante.
―Te estábamos buscando, pero no te encontrábamos… Ya casi parte nuestro transporte… ¿o es que se te olvidó? ―preguntó Saru rápidamente― Si no hubiera sido por Adél, jamás te encontramos... Ella fue la que nos dijo que habías bajado no hace mucho y que debías de estar cerca ―comentó después sin pausa alguna.
―¿Sí?, bueno… no sabía que era tan tarde… ¿Cuántos están listos ya? ―pregunté para hacer una lista mental.
―Faltas tú, Luna... y la pareja dragón ―comentó buscando alrededor con la cabeza.
―Luna… ¿dónde se habrá metido…? ―dije pensando en los lugares que pudiera estar; «La piscina, la playa, el muelle... ¿su habitación quizás?»― Bueno, ustedes vayan al transporte... yo me encargaré de buscarla y llevarla para que no se pierda ―continué para sacármelos de encima.
―Yo te ayudaré a buscarla ―comentó Saru para ampliar la velocidad de búsqueda.
―Veo que te preocupa… Bueno, como sea, no necesitaré más de uno ―volví a repetir el gesto para sacarlos de encima―. Los demás pueden retirarse.
Y así todos, inmediatamente, hicieron lo que les había ordenado… algunos sín más, otros, rechistando levemente, aunque igual cumpliendo con lo pedido.
Luego, Saru y yo salimos por la mayoría de las zonas del hotel en el mismo listado mental que había hecho; La piscina, la cual fue la primera parada, estaba vacía... Luego nos dirigimos hasta la playa, que no quedaba muy lejos, e igual estaba vacía. Después corrimos hacia el puerto… Nada. Y así llegamos a entender que no estaba en la zona sur turística. Y ya que no estaba por allí, decidimos dirigirnos rápidamente da vuelta al hotel. Justo al llegar, decidí probar con una llamada directa, que realmente debió ser nuestro primer intento, en vez de correr de aquí a allá. Pero tampoco funcionó… había demasiada interferencia, lo cual me parecía extremadamente raro, pero me ayudó a resolver el problema.
―Ya se donde está ―dije con una gran sonrisa.
―¿Donde? ―preguntó con alegría por la noticia.
―En el templo de los espíritus, detrás del Resort ―dije inmediatamente comenzando a caminar.
―¿Por qué crees que está ahí? ―preguntó caminando lentamente a mi lado.
―Porque es la única parte de podría bloquear la señal de mi dispositivo… ―le respondí y comencé a trotar a través del lobby― Es la única parte con la suficiente magia para poder interferir con mi red de comunicación.
―De acuerdo, vamos entonces ―dijo mientras comenzaba a correr lentamente.
Yo no me limité y salí corriendo de inmediato… lo cual hizo que también me siguiera detrás. Y que también atrajera todas las miradas extrañamente lejanas... aún de cerca.
Pero rápidamente nos alejamos de la puerta corredisa de la parte trasera del hotel… dirigiéndonos hacia el bosque, y, no mucho tiempo después, llegamos a la colina que daba directamente al altar. Una inmensa colina, de más de cien escalones muy empinados… No los conté, ya que subimos corriendo sin importar la altura... y cuando llegamos, la vimos allí, haciendo una plegaria frente al templo.
Estaba cubierta de muchos espíritus ―que parecían esferas― de todos los colores, incluyendo blancos y negros, los cuales danzaban a través del lugar con ánimo y sin importarles nada más que eso… bailar.
―¿Deberíamos de…? ―comentó Saru confuso.
―Aún no ―dije para que no la molestara, aunque ella se dio cuenta y detuvo lo que hacía junto a los espíritus.
―¿Qué hacen aquí, chicos? ―preguntó mientras hacía desaparecer a los espíritus moviendo sus muñecas como si los barriera.
―Te estábamos buscando. Ya es tarde, debemos irnos... ―dije mientras hacía la seña de venir, moviendo mi brazo desde ella hacia mí.
―Oh… no sabía que era tan tarde… y eso que llegué antes del alba… ―dijo sorpresivamente preocupada― movámonos entonces… ―continuó después de la pequeña preocupación.
Mi dispositivo de la nada comenzó a sonar, anunciándome que había recibido tres mensajes consecutivos de parte de Alma. El primero decía; «Ya estamos por partir… ¿donde están?». El segundo… «Ya estamos listos. Vamos a partir en cinco minutos… ¡apura!». Y el tercero era más un regaño… «¡Muevanse! ¡Ya partimos!».
―Debemos irnos… y rápido ―comenté para comenzar a caminar hacia la escalera.
―Si ya partieron… lo mejor sería salir por la montaña, e intentar alcanzarlos ―dijo Luna señalando la parte de atrás del templo.
―Es cierto, por ahí saldremos más rápido... ―recordé mientras reconocía el lugar del que habló comenzando a correr juntos  a través de un camino cerrado para subir por la montaña― Veo que has hecho reconocimiento sin permiso.
―No siempre debo pedir permiso para todo mientras estoy a tu lado, ¿sabes? ―recalcó―. Recuerda que todos pusimos parte para la creación de esta isla… ―respondió seguido mientras corría al lado de Saru.
―Es cierto, pero no creo que ir por ahí sola y sin avisar sea buena idea ―comentó Saru preocupándose por ella.
―Tampoco me pasará algo… se defenderme por mí misma ―dijo mientras negaba la debilidad que le imponían.
―Bueno, no importa, ya falta poco para llegar ―dije observando una luz entre los árboles de la montaña.
No mucho después, llegamos a donde debíamos; un precipicio muy alto que quedaba al costado izquierdo de la isla ―al oeste― y que daba a una costa rocosa llena de afiladas y puntiagudas formaciones, donde el agua rebotaba o pasaba entre ellas.
―Si caemos por aquí, nos dolerá seguro ―comenté en broma.
―Pues, intenta no caerte ―dijo Luna mientras me daba una palmada casi empujón, en la espalda.
―Ey, ey… ―dije retomando el equilibrio.
Luego de la pequeña jugarreta, observamos como un inmenso barco blanco intercontinental llamado El Viajero ―el cual su nombre se marcaba en grandes letras negras cursivas al lado derecho de este― se iba alejando más y más de la isla.
―¡Debemos llegar, o nos dejarán! ―exclamó Saru alterado.
―Creo que debemos usarla… ―dije observándolo.
―Bueno… ustedes arréglenselas como puedan… yo no pienso irme con ustedes… además, ya me vinieron a buscar ―dijo Luna mientras señalaba el final de las rocas.
Varios delfines se agrupaban mientras salían del agua formando un círculo que señalaba una zona segura para poder lanzarse cualquiera.
―Nunca caen mal los delfines… ¿nos llevas? ―comenté en burla a dichos animales.
―Lo siento, mis amigos dicen que no quieren cargar con trastos ―respondió mientras los señalaba, mientras, estos hacían sonidos extraños, como si realmente nos intentara hablar, junto con movimientos de cabeza de lado a lado negándonos.
―Já… ―repliqué mientras agarraba una piedra del risco para lanzárselas y que esta callera no muy lejos de ellos― Vamos mono, tendremos que ir sin estas cosas.
―¿Sí la usaremos?... ―preguntó sorprendido―, es muy arriesgada... ―continuó negando el pedido.
―Pues… es mejor que nadar hasta allá ¿no? ―pregunté alzando los hombros.
Justo después de mi comentario, Luna se lanzó por el precipicio, cayendo entre los delfines, para que estos luego la jalaran con sus dorsales hacia el barco.
―Pues allá va... nadando... sin nosotros… ―dije pausadamente desilusionado.
―De acuerdo, intentémosla ―respondió por fin a mi exigencia.
―¿Seguro?... ―dudé observándolo de reojo― recuerda que no podemos fallar.
―Sí, pero será mejor que no fallemos… y lo digo por ti ―comentó limpiándose las gotas de sudor de su frente con la ropa― Acabo de ver una gran sombra ahí abajo.
―Vamos, la hemos practicado bastante… no fallaremos ―dije seguro de nosotros.
―Adelante entonces…
Saru se colocó en posición para impulsarse y dar un salto ―de esas como si fueras a saltar un pequeño risco―. Luego, lo hizo... Saltó.
Yo lo seguí detrás, y, agarrándolo por su brazo izquierdo, lo impulsé aún más en el aire. Él con su brazo derecho ―después que lo soltara―, agarró mi derecha, la cual había usado para lanzarlo y me impulsó… seguido a mi impulso dado por su jalón, lo agarré por su derecha ―que esta vez estaba delante― con mi izquierda y lo volví a lanzar, dando media vuelta para que pudiera pasar hacia delante.
Él, nuevamente, agarró mi derecha ―la cual la había alargado hacia él― y me lanzó. Y con esos movimientos tipo Polea, seguimos lanzándonos en el aire cada vez más y más fuerte… hasta llegar a las cercanías del barco, pasando a Luna con sus delfines, la cual quedó rápidamente atrás.
Seguido a los varios impulsos, llegamos a alcanzar el barco, lo cual hizo detener nuestra técnica, para dejar de impulsarnos mútuamente. Y, al llegar a menos de veinte metros del barco, caímos en picada, casi planeando, hacia la parte de la piscina. Saru cayó en ella, pero yo no tuve la misma suerte, ya que nos separamos con el viento en contra, lo cual me hizo apartarme demasiado y tener que improvisar una pirueta peligrosa.
Al tocar el piso frío del barco, rodé sobre mí, con la técnica básica de Parkour. Dando, por los impulsos anteriores, seis vueltas en el largo tramo de la zona de descanso de la piscina. Y, terminando de dar vuelta por última vez, quedé sobre mi rodilla derecha y con la palma de mi mano en el suelo sosteniendo mi cuerpo, para no dejarme seguir rodando. Con todo eso… ensucié de lodo y barro ―que habían quedado en mis zapatos― la superficie pulida de la piscina, que desde arriba, reflejaba el cielo… era una pena.
Todos estaban conmocionados… sin saber qué decir o hacer. Y después de unos segundos, comenzaron a aplaudir, a gritar y a silbar con emoción.
―¡Eso fue increíble! ―gritó Kirth ―que por casualidad estaba al frente de mí― alabándonos― Yo... que soy el maestro de los vientos, nunca había visto algo parecido ―y continuó aplaudiendo.
―Gracias… lo practicamos bastante ―dije mientras buscaba a Saru en la piscina, pero ya había gente yendo a sacarlo.
―Deberías de enseñármela a mí también ―dijo intentando aprender nuestra técnica.
―Quizás algún día joven… ―respondí levantándome.
―No podemos, lo siento ―respondió el mono mojado, saliendo de la piscina deportiva y de entre la multitud― es algo que solo se puede lograr con una fuerte amistad ―continuó mientras se acercaba lentamente a mí.
―Ni se te...
Y como predije, se abalanzó sobre mí directamente a abrazarme… mojándome toda la ropa, la cual no estaba hecha de nano material y haciendo que se volviera pesada por el agua. «Aaah…» me quejé intentando apartármelo «Quítate...» dije forzando su cuerpo desde su cabeza… y justo después dejó de estrujarse contra mí, e inmediatamente todos se echaron a reír, mientras que otros aplaudían…, algo que me pareció extraño.
―Bueno… al menos no cayeron al mar ―comentó la voz de Luna detrás de mí, la cual iba saliendo del agua y seca completamente como si no hubiese sido arrastrada en el agua por los peces.
―Tú te ves bien, hermanita ―comentó otra voz detrás de la gente del barco… gente que apenas conocía de vista.
Luego, los muchachos comenzaron a acercarse, saliendo de entre la multitud… una gentío extraño que estaban vestidos aún formalmente... y creo que así siguieron por todo el día.
Todos los guardianes estaban reunidos al fin. Incluyendo alguien aún no presentado: Un hombre de ojos oscuros, blanco, de cabellera corta y negra aunque canosa ―casi por completo―, junto con una barba larga igual de gris, que iba vestido de científico, por la bata blanca y los lentes que cargaba puestos..., junto con un traje negro de vestir debajo. El mismo estilo de Alma, solo que de diferentes colores. Oh, sí… también ella se encontraba allí.
―Es una sorpresa que estén todos reunidos… ¿Hay alguna fiesta cerca? ―dije burlándome de cualquier cosa, para no tocar el tema de la piscina.
―He, todos vimos cómo volaban… caían… y te mojaban… ―comentó en burla la nueva persona.
―Claro max, claro… ―alzando la ceja izquierda y cerrando un poco mi ojo derecho, le respondí a sus palabras, el cual eran completamente amistosas― Bueno, hora de seguir… tenemos todo un día por delante antes de la isla ―continué mientras mi ropa se secaba por una onda de calor ―que provenía de mi dispositivo automático― que cubría mi cuerpo.
―¿Qué debemos hacer primero Leo? ―preguntó Angélica detrás de los guardianes, los cuales se habían colocado de forma horizontal, para cubrir la vista de las masas.
Angélica intentaba pasar, pero los chicos no la dejaban… ni a ella, ni a Daniela. Y al ver eso, le hice una seña a los chicos para que las dejaran pasar, pero no querían por alguna extraña razón. Lo que hizo que se negaran.
De un momento a otro, Oryü llegó con su esposa, Maestra, colocándose detrás de todos y abriéndose paso forzosamente… «creo que quiere cumplir mi orden...» pensé mientras lo veía acercarse empujando a todos. Y al final tuvieron que moverse para dejarlos pasar… y algo incomodó a las chicas, ya que seguramente se sentían más importantes de lo que debían.
―Bueno Lunita… hace un momento te llamaron ¿no? ―dije fijando mi vista en ella, que estaba cerca de Leviatán.
―Sí… este hermanito mío no me respeta… se cree importante solo porque fue elegido guardián, mientras que yo debía cuidar a Estrella… lo cual no me importó, ya que me gusta pasar tiempo con ella ―respondió mientras golpeaba con el codo a Leviatán.
―Oye, que me pareció linda la forma en que llegaste… ―y formó una leve sonrisa― con esos delfines pasados de moda... ―continuó, burlándose.
―¿Son hermanos? ―preguntó Angélica sorprendida al ver la diferencia en todo el  físico y carácter de ambos.
―Sí, somos hermanos… ―dijo abrazándolo con ternura― y yo soy la mayor ―e hizo énfasis en la última palabra.
―Guao… ―asombrada, solo pudo abrir los ojos por la sorpresa… mientras que Daniela, que estaba detrás, la acompañaba en el sentimiento sin decir una palabra.
―¿Qué? ¿qué edad creen que tengo? ―preguntó Leviatán.
―Yo pensaba que unos veinticinco ―dijo Daniela halagándolo.
―Yo unos veintitrés ―siguió Angélica justo después y leviatán se echó a reír.
―No, no… solo tengo veintiuno… ―dijo― Soy el cuarto de mis hermanos… Luego viene Luna delante y estrella detrás de mí ―continuó explicando su árbol familiar―. Luego, nuestro hermano mayor…
―Él no importa ―comentó Luna interrumpiendolo y evitando el tema.
―¿Por? ―replicó mientras la miraba con asombrosa enemistad.
―Bueno… ―dije aplaudiendo una vez, para acabar con la pelea entre hermanos.
Las chicas no decidieron preguntar más sobre el tema, ni mucho menos querían que siguieran peleando… así que todos hicieron lo que pudieron para no tocar el tema.
―Bueno Max… hora de presentarte ―dije mientras lo señalaba con la palma de la mano hacia arriba―. Chicas, él es Maxwell, el padrino de Alma, padre de familia y un gran amigo en el que pueden confiar… Ah, también es el Guardián del altar de la Energía y la Materia ―comenté dando énfasis en lo de su profesión.
―Mucho gusto chicas ―dijo apretándoles la mano de cortesía a ambas al presentarse.
―Mucho gusto señor Maxwell ―respondió Angélica bajando la cabeza levemente en respeto.
―Mucho gusto señor ―dijo Daniela detrás más formalmente.
―Pueden llamarme Máximo si gustan… o Max, como los apodos que Leo le coloca a todos basándose en sus nombres.
―Que son más fáciles de recordar ―le respondí.
Luego de la introducción, una voz a lo lejos llamó a Angélica… pero esta no se percató. Así que la persona que le había llamado se acercó más y más  hasta colocarse detrás de ella, para luego abrazarla fuertemente… dejándola petrificada del susto.
La persona que se encontraba detrás era una mujer blanca, de cabello largo y negro, que iba vestida de traje de sacerdotisa; un traje largo blanco con rojo muy parecido al de Angélica.
Angélica, al darse la vuelta y ver el rostro de la persona, rompió en llanto… con lo que apenas podía, segundos más tarde, intentar titubear sus lábios para hacer sonar solo dos sílabas no muy diferentes de una a la otra… «Ma… má...». Y con esa palabra, ambas comenzaron a llorar sin detenerse… mientras todos alrededor nos reíamos muy bajo.
Después de un minuto exacto, la otra persona secó sus lágrimas y me miró con desprecio.
―¿¡Qué te dije sobre ella?! ―caminó y me gritó a la cara.
―¿Qué si me la encontraba no debía traerla contigo? ―le contesté con otra pregunta.
―¿Entonces por qué...? ―dijo con el enojo marcado en su rostro.
―No puedes huir más… ni tú, ni ella ―le dije mientras miraba a Angélica detrás.
―¿Huir de qué? ―preguntó confusa Angélica.
―De… ―intentó decir algo, pero se quedó callada.
―De la verdad… ―dije― pero todo esto se puede esperar para la noche ―continué observando que ya no había gente alrededor―. Tenemos todo el día libre… deberían hablar entre ustedes… y por favor, Ángela… cuéntale la verdad… es tu hija ―comenté diciendo su nombre sin presentarla ni nada.
Ángela, solo se dedicó a observar a su hija, la cual estaba muy confusa por todo lo que pasaba y decíamos… pero eso no las detuvo y ambas decidieron irse a conversar a solas a algún otro lugar. Mientras que todos, decidimos hacer cosas por separados y al cabo de unas horas, ya para después del mediodía, volvimos a reunirnos en las piscinas.
Ignis, quién no se mostró en ningún momento, ni para saludar… venía junto a Arma caminando alegremente… y al caminar, hablaban sobre lo bella que era la isla y lo extenso que era el mar. Escuché que no había llegado a la reunión porque cuando los chicos se encontraron conmigo en el hotel, él ya estaba en el barco, analizándolo… algo que me incomodó, ya que no le di autoridad y el barco entero era mío. Luego no llegó a la reunión completa al subir en este, porque se quedó comprobando los niveles del barco y que cuando llegó a la sala de recreación, le gustó uno de los juegos… y no uno de los más nuevos, si no uno que era simple y estratégico… El Rey de Persia. Un juego de Arcade en dos dimensiones y horizontal, que se encontraba en la sección de Antaño, donde se encontraban muchos otros parecidos, como Sonica, la eriza veloz… o Super María, un juego de varias plataformas que se trataba de una albañil que por alguna razón debía rescatar al rey de un mundo lleno de setas, mediante el asesinato no sangriento de los esbirros de una tortuga gigante que anteriormente había secuestrado al tal rey.
De cierta manera, eso me agradó… ya que no muchos apreciaban los juegos humanos de la antigüedad… por lo que decidí no criticarlo, regañarlo, ni nada.
Luego todos fueron llegando de a poco… primero llegó Angélica junto a su madre. Ambas reían como si nada.
Ahora les contaré lo que Ángela, la madre de Angélica, me dijo que habían hablado...
Primero estuvieron hablando del por qué se habían separado… lo que resultó ser el resultado de una protección, ya que a ella, a Ángela, le habían puesto como un objetivo de asesinado, por ser una de las personas más importantes de Terranova en los tiempos de la Guerra Oscura ―la guerra que libraron los héroes contra el caballero negro―, cuando aún era joven... pero después de casarse, su paradero desapareció por varios años, pero la volvieron a encontrar, por lo que tuvo que llegar a medidas drásticas… las cuales eran apartarse y borrar todo rastro de ella, haciéndose pasar por muerta. Lo segundo fue el paradero de su padre… esta no era nada difícil de responder... su padre estaba en la Tierra… ya que se hacía ―aún― pasar por un monje… y no de los que solo estan en un lugar alto meditando sobre El Camino de los Ecos… ―una especie de técnica que según los practicantes de esta puede llegar a mover montañas sólo con proyectar sus voces en gritos― si no de los que recorren el mundo exorcizando espíritus malignos que no encuentran el camino hacia el más allá. Lo tercero fue el por qué no pudo comunicarle todo antes… lo que implicó contarle que si lo hacía, podrían hallarla a ella y llegar a matarlas ambas… por ende, tuvo que pedirme ayuda para encerrarse hasta esa fecha. Y por último, lo que harían a partir de ahora… eso no era algo que pudiera decirle… pero sí le contó que, ella,  Ángela, en su sangre, tenía el poder de ver el futuro de las personas… y que algún día cercano, ella lo heredaría. Y con eso, le abrió la válvula de energía que había bloqueado años atrás de su cuerpo. Algo que no se sintió en lo absoluto, pero que mientras se acercaban a mí, pude notar cada vez más y más.
Luego de tanto bla bla bla, se dedicaron a compartir sus experiencias hasta ahora, comenzando por mi entrada estratégica en la ciudad, hasta la isla… Luego de todo, terminaron de acercarse y me saludaron alegremente entre risas.
―Veo que estan bien ahora… espero la pasen bien mientras están aquí, ya que pronto tendrán que separarse de nuevo ―dije sin piedad.
―Lo sabemos, por eso queremos compartir lo más posible… y todo se debe a tu ayuda… gracias ―y me lo agradecieron de corazón, con todo y los apretones a sus pechos.
Mientras intercambiábamos palabras, las demás chicas caminaban hacia nosotros… Adél traía consigo a los más jóvenes de la mansión. Algunos de ellos no habían estado para cuando llegamos a la mansión por primera vez, ni cuando iniciamos la fiesta en la playa el día anterior. También traía a las demás chicas de las otras secciones; Helen, la Jefa de Recolección de Datos digitales de cabello ondulado castaño y que tenía su típico traje empresarial beige… y a Sofía, la Jefa de la sección de Defensa, la cual también tenía su traje militar corto de color negro, junto con su cabellera negra extra larga, la cual se fundía con su traje.
Ambas venían conversando con Adél. Pero de pronto, dos chicas más se acercaron a la pequeña plática… Eran las gemelas, Amelia y Emilia… que seguían con sus batas de laboratorio y la ropa negra para emilia y blanca para Amelia, con los cabellos largo/corto según cada una… tenían también sus lentes colgando de un hilo, los pequeños de Amelia y los regulares para su gemela.
Poco después, otra persona más se acercó al grupo de mujeres, la cual había salido de una de las puertas del corredor que daba a las piscinas… la mujer era muy blanca, alta, de cabello largo castaño claro y de ojos marrones… tenía rasgos europeos por doquier, incluso su acento, que apenas se oía, la marcaba… era uno de la tierra… Rumano, si mal no recuerdo. Llevaba una pijama roja con muchos tipos de flores en color blanco... flores, que eran símbolos de su país y una de las más grandes que poseía marcada, era una flor conocida como “la flor de las nieves”, la cual es ―aún― la flor nacional de su Austria. Llevaba una almohada del mismo estilo debajo del brazo izquierdo y una tableta roja casi transparente en el derecho, junto con una cadena al cuello por si se llegaba a caérsele.
Después de risas y risas, llegó otra persona… o personita, mejor dicho. Era María, mi asistente personal de la mansión. La mujer Súcubo en cuerpo de niña… tenía el cabello largo rojizo atado a una cola rosada. Y tenía un traje común en los niños; una camisa roja con un corazón en blanco, un pantalón corto blanco que había sido mezclado con algún tinte rojo para volverlo ligeramente rosado y unos zapatos deportivos blancos con líneas horizontales rojas bordeando los lados de la mediasuela, junto con un pequeño corazón rojo en la lengüeta. Un traje parecido al de la primera vez que la vieron en la mansión.
―Son pocas las veces que podemos estar juntas je, je… ―dijo María mientras caminaba al lado de las chicas.
―Así es… si tan solo nos dieran más vacaciones… ―comentó la chica nueva.
Después, cuando todas terminaron de hablar, se acercaron a mi a saludar y a conversar, ya que estaba cerca de la entrada de la piscina, en la parte del descanso, donde había sillas y mesas con paraguas que daban pequeñas sombras.
Al acercarse, todas me saludaron levantando la mano como un saludo regular.
―Si les diera vacaciones, se tomarían todo el año ―dije mientras cruzaba los brazos junto con una cara dudosa.
―¡Hermanito!... ―exclamó María― ¡Hola!
―Hola, veo que están bien, chicas ―dije observando a cada una lentamente―. ¿Les gustó el viaje anual?
―Claro, pero deberías darnos más, ¿no crees? ―comentó Sofía.
―Eso. Y un poco más de libertad… todo el tiempo al mismo lugar es aburrido y cansado a veces… ―dijo Helen con la mano en el hombro, como si le doliera.
―No culpen a Leo… ya de por sí es bueno tener vacaciones en algo tan lujoso como esto… ―dijo Adél de última.
―He, he… calmense… pronto iremos a un nuevo lugar ―dije defendiéndome para no ser el aburrido―. Más pronto de lo que piensan…
―Bueno, ¿haremos algo extra hoy? ―preguntó la nueva sosteniendo su tableta.
―Veo que has estado bien, Azma ―dije saludándola a ella en particular.
―Te he dicho millones de… veces… que no digas así… Aaaauhm… ―respondió con un típico acento europeo-español, pero que este fue continuado con un gran bostezo que hizo justo al terminar.
―Ja, ja, ja… ―reí con ganas― está bien, Diana. Y claro... no quisiera interrumpir tu sesión de sueño, pero es algo que debemos hacer todos… ―dije mientras caminaba más al centro de todas, para que quedaran todas juntas frente a mi.
―¿Como has estado? ―preguntó con sueño.
―Bien… lo mismo podría decir por tí, supongo.
―Pues sí… he estado ocupada… ―respondió con sueño y cerrando los ojos, como si se quedara dormida por momentos cortos.
―Bueno, ¿y qué tal va la búsqueda de datos en la central? ―pregunté al ver su cansancio, para no molestarla tanto.
―Sí… bueno… se avecina una nueva guerra contra marte… o eso pude descubrir… ―dijo de lo más normal, mientras se rascaba el ojo derecho.
―Eso es malo… ―contesté impresionado― pero tengo mejores cosas que hacer, que estar pendiente de las necesidades de poder de los avaros… ―comenté haciendo un gesto con los hombros, como si no me importaran, cosa que no era cierto.
―¿Y?... ¿qué haremos? ―volvió a preguntar para acabar con la conversación.
―Ustedes… divertirse... ―dije, mientras veía acercarse a las demás chicas; a Arma, a Alma y Blanca, que venían conversando casi tan alegremente como las demás cuando llegaban― Nosotros, los guardianes, tenemos una misión especial.
Ya las chicas estaban más cerca… y las tres, vestían sus trajes informales. Bueno, tampoco es que se cambiaran seguido… ya que Blanca aún tenía su traje de oficina blanco, incluyendo sus zapatillas de taco, junto a su collar y tiara de diamantes… Alma, por otro lado, seguía igual… bata de laboratorio y traje de empresaria gris claro. ¿Arma?... Seguía con su traje de bailarina rojo, junto con sus cristales, los cuales se movían cada vez que daba un paso.
―¿Cuando comienza la reunión Leo? ―comentó Blanca con su dispositivo holográfico parlante, el cual hacía las palabras en el aire frente a ella mientras se acercaban.
―En una media hora, quizás más… ¿exactamente? a las dos de la tarde ―dije observando mi reloj, el cual marcaba la una y veintidós de la tarde―. Treinta y siete minutos restantes ―dije en cuanto el reloj marcó las veintitrés.
―De acuerdo, ¿hacemos algo mientras? ―volvió a preguntar.
―Yo estoy que me pego un tiro en la cabeza de lo aburrida que estoy… ―dijo Arma sacando sus pistolas― pero mis chicas no se pueden quedar solas… así que búscame algo que hacer ―prosiguió apuntándome con, lo que ella les llamaba... estrellas gemelas.
―Bueno, bueno… cálmate… ―dije deteniéndola moviendo mis brazos de alante hacia atrás.
―Veo que creaste un harén mientras no estaba… ―me interrumpió una voz por detrás, e inmediatamente me dí la vuelta, para luego, quedarme petrificado.
La voz provenía de una mujer que se encontraba sentada en una de las mesas de la piscina mientras tomaba sombra... Esta estaba leyendo un periódico que tenía como título principal; Detienen a Grupos Terroristas. Y como fecha, tenía el suceso una semana antes de ese día
La mujer dejó de leer, cerró el periódico y se levantó, cargando consigo una copa de vino que se encontraba sobre la mesa. Después de beber el resto que quedaba, la colocó sobre un posavasos y caminó lentamente hacia nosotros.
Era una mujer alta ―casi de mi estatura―, de piel morena, pero clara, tenía los ojos rojos muy claros, casi llegando a anaranjados con amarillo por su doble iris. Su cabello era liso y largo… le llegaba a más de la cintura y tenía tres ―o cuatro― colores distintos; Blanco, desde las puntas. Amarillo un poco después. Anaranjado, ya unos diez centímetros después... y rojo, hasta sus raíces. Vestía un vestido ajustado rojo largo de tela que llegaba hasta casi tocando el suelo, junto con cortes que formaban figuras de flores alrededor del abdomen y pecho, pero que estos no eran muy marcados. El vestido dejaba ver gran parte de la espalda con una abertura completa y una en forma de Ve delante para cierta parte del busto.
―Yo… ehm… ¿no? ―dije pausadamente por los nervios mientras se acercaba.
―Tranquilo, se que no haces nada malo ―dijo frente a mí colocándome el dedo índice en el pecho.
―¿Leo? ¿nos la presentas? ―dijo Adél confusa observándola con cuidado.
―Ella… es… ―intenté decir, pero fui interrumpido.
―Soy su esposa ―comentó la mujer deteniendo mis palabras.
―¿Su-, su esposa? ―comentaron todas a la vez asombradas y con la misma pausa de impresión.
―Sí, bueno… es mi prometida, aún no nos casamos ―dije observándolas.
―¿Me estas diciendo que no lo haremos? ―preguntó la mujer.
―No he dicho nada. Claro que lo haremos amor ―dije sumisamente y con una sonrisa marcada en mi rostro.
Mientras, todas las demás personas llegaron, y, observando el acto, comenzaron a preguntar qué sucedía… Aunque la primera que actuó fue Daniela, quien venía con otra persona desconocida parcialmente.
―¡Oye tú! ¿Qué le haces a mí maestro? ―dijo Daniela celosa, al ver que esta estaba muy cerca de mí y con su dedo en mi pecho.
―¿Su maestro?... ¿desde cuándo eres taaan ―me dijo la mujer acentuando la palabra― cercano a tus compañeros?
―Desde siempre, pero… ―intenté responder, pero volví a ser amordazado con su rapidéz.
―¿Tengo que pedirte permiso para darle cariño a mi esposo? ―dijo y volvió a remarcar la palabra.
―¿Es- esposo? ―actuó con la misma impresión ―quizás más― que las demás...― ¡no sabía que tenía esposa maestro! ¡¿por qué nunca nos contó nada?! ―preguntó conmocionada.
―Porque nunca nadie me preguntó... ―respondí como si nada― pero, es hora de que la conozcan… ―tomé una pausa y proseguí― Ella es mi esposa, L’Amour Fireheart.
―Pueden decirme Lea abreviado, o Amor, que es mi nombre en español ―comentó.
Todos estaban muy asombrados… no se si por el hecho de que tuviera una esposa, o por no saber qué decir ante la aparición repentina de esta. O un poco de ambas.
―Bueno, no es muy importante por ahora explicarles todo… creo que es lo que tienen que saber, no le hagan muchas preguntas… ―les dije para que se abstuvieran a la sesión de las mil y un preguntas.
―Bueno, pero mientras, deberíamos ya movernos… se hace tarde ―comentó Oryü que iba llegando, e igual había escuchado toda la conversación.
―He Dragón, ¿tú sabías algo sobre esto? ―preguntó Saru.
―No… hay cosas que ni siquiera yo sé, ¿sabes? ―respondió con mal carácter.
―Oh… tranquilo ―respondió.
―Es cierto, debemos de seguir… hora de marcharnos ―dije, mientras guiaba del brazo a Amor, a través de los pasillos del barco. Y claro, todos los demás veían por detrás en recelo y risas chismosas susurradas.
Al pasar por el pasillo principal del barco, justo al centro de este, donde también habían escaleras para llegar a los demás pisos, llegamos a las puertas del salón principal. Un salón, que al abrir las puertas, creció y creció hasta no poder más, extendiéndose varios cientos de metros cuadrados.
El salón era majestuoso… brillaba como un sol y reflejaba como el agua. Tenía mesas de madera de roble claro, medio y oscuro, que estaban cubiertas con manteles blancos, con bordados dorados. Estas, zigzagueaban las unas con las otras, formando, desde la puerta principal, líneas diagonales. Habían muchísimas mesas ya con gente sentadas en sus respectivas sillas, las cuales tenían, en la mayoría de los casos, los nombres o apellidos ―si es que tenían alguno― de las personas.
Nuestras mesas estaban más allá de la entrada, cerca del teatro principal, donde en ese momento, comenzaba un concierto solo para nosotros.
El teatro era inmenso, pero era un típico teatro con sus cortinas rojas adornadas y demás. La madera de este era clara y estaba pulida. La Orquesta de Cámara que tocaba, comenzó a hacer sonar sus instrumentos… desde los de cuerda, seguido, los de vientos, luego la percusión y para terminar, comenzó el coro. Y estaba formada por al menos treinta personas que tocaban, más unas veinte que cantaban, una detrás de otra, en el gran escenario.
Ya con la música, la cual era una selección de varios artistas de la música reconocidos, como Bach, Mozart y Beethoven, que, al comienzo, tocaron como principal Para Elisa... Nos sentamos en nuestras respectivas mesas, donde en la nuestra, una mesa redonda, cabíamos las dieciséis personas que nos encontrábamos reunidas. En las de a los lados, justamente la cantidad para las demás secciones y compañeros de la mansión. Y más allá, la de los invitados, que solo se dedicaban a murmurar cosas sobre nosotros probablemente.
Ignorándolos, proseguimos con el tema principal… que haríamos en todo el día.
―Primero, déjenme decirles que no será una misión fácil a la que nos enfrentamos. Pero, puedo resumirla como; llegar a la isla de los ángeles, mejor conocida como la isla de la vida..., luego, irnos a la isla de la muerte y de allí, buscar un pergamino blanco, conocido como nuestro... El Destino ―y le di énfasis a la palabra― o Futuro ―remarcando su otro significado.
―¿Y por qué tanto proceso? ―preguntó Oryü.
―Porque es necesario… no podemos ir directamente a la isla de la muerte, ya que perjudicaríamos a los pasajeros del barco ―dije, e inmediatamente, comenzaron las preguntas fuera de tema.
―Cuéntanos Leo, ¿donde conociste a esta belleza? ―preguntó Arma intrigada― ¿Cuando y por qué? ―preguntó dos veces más.
―La conocí hace mucho mientras viajaba en búsqueda de un amuleto celestial… un informante me dijo que en uno de los planos mortal-elemental se encontraba una isla de mujeres, pero que dicho plano, estaba en el borde del existencialismo de los seres de fuego, por lo que no tenía más información ―dije sin pausa alguna, dejando detrás más preguntas que no contestaría en el momento―. Y yo, como buen explorador que era en aquellos tiempos, decidí viajar… Aunque claro, todo esto fue antes de que conociera a la mayoría de ustedes. Realmente, creo que apenas conocía a Max, a Saru y a tí, ya que tú me permitiste entrar en ese plano.
―Oh, claro… hace ya años de eso… ―respondió recordándolo.
―Sí… cuando fui a investigar, no solo tuve que ir al plano de los seres de fuego, si no también pasar por un portal que me llevara de vuelta a una dimensión humana paralela, donde ese portal me dejó en un lugar que no pensé que podría existir jamás... ―continué sin pausa, y, tomando un poco de agua, ya que se me secaba la garganta, continué mientras todos me escuchaban atentamente― Una isla rodeada de lava… pero eso no fue lo que más me asombró… lo que sí lo hizo fue ver que la isla tenía vida completa; árboles, frutos, animales, entre otros tipos… ―pausé brevemente para recordar― De ahí, fuí recibido por la manera más cortés posible… con lanzas, hachas, espadas y arcos apuntándome.
―Ja, ja… sí, recuerdo eso ―comentó Amor riendo sobre el recuerdo.
―Después de la cálida bienvenida, salió Amor… ―me detuve y la observé― Me preguntó que quién era, qué quería... y si podía irme inmediatamente. No me dejaron responder siquiera y ya me estaban lanzando a la lava con las lanzas.
―Bueno, estábamos en un apuro… lo sabes ―volvió a decir.
―Sí... ―dije aceptando con la cabeza― Después que casi caía a la lava, ocurrió… El volcán comenzó a erupcionar y todo comenzó a temblar… y entre la confusión, logré colocarme detrás de todas y me la llevé por la fuerza.
―Eso fue descortés ―dijo.
―Vaya forma de tratar a una dama ―comentó Alejandro, quien se encontraba sentado a mi izquierda.
―¡Sí, que rudo! ―comentó Daniela, mientras que los demás no dijeron nada, ya que sabía como era mi carácter pacifista.
―Después, la llevé a una gran choza hecha de piedra volcánica, que casualmente… era su casa.
―Imagínense… llevó a la secuestrada a su propia casa, qué lindo ―dijo Amor en tono sarcástico.
―Exacto… no fue algo que haya planeado de anticipo… simplemente me gustó. Y no hables de secuestro, no podría hacerle algo así a una mujer ―dije negando el acto con la cabeza.
―Pero sí a un hombre ―dijo Alejandro en casi burla.
―Solo si se lo merece… pero nos estamos desviando de la historia ―comenté, para tomar otro poco de agua para seguir― justo después de soltarla, me hizo una pregunta que me dejó paralizado…
―¿Podrías salvarnos… por favor? ―preguntó Amor con una emoción actuada― Te daremos lo que desees de la isla.
―Esa frase me pareció tan cliché, que no tuve manera de negarme y me dio muchísima risa… así que reí hasta más no poder.
―¡Eso fue lo peor!... no sabía si te burlabas de mí, o solo no sabías que hacer por la impresión ―dijo dándome un pequeño golpe en el brazo.
―Después de reirme y llorar de la risa, decidí ayudarla… así que le hice una pregunta; ¿Qué necesitas de mí?. Ella solo respondió; darle una ofrenda al volcán como parte del ritual de cada década.
―Es que… en ese año,y justo ese año, no podíamos elegir a la ofrenda. Éramos todas muy amigas y nos costó elegir, por lo que se nos hizo tarde.
―Nunca imaginé que me querían como sacrifício… ―dije actuando sorprendido, agarrándome la cabeza con ambas manos y bajandola.
―Pero aceptaste sin más, como si no te importara… ―comentó.
―Y luego, te agarré y te cargué para llevarte al volcán rápidamente. Esquivando pilares de fuego, rocas que caían llameando y un inmenso derrumbe líquido de lava.
―No sabía qué pensaba hacer y en todo el camino estuve pateando y gritando… y no me resistí más, porque sabía que si caíamos, era para ambos el fin… ―comentó mientras negaba el pensamiento de la historia.
―Lo que siguió fue más cliché aún… simplemente llegué, la levanté lo más que pude, e hice un grito de guerra extraño, para luego decir…; “Oh espíritu del volcán… no reclames más tu comida, aquí la tengo.” ―dije sobre actuando el papel dramático.
―Eso es terrible… ―dijo Angélica sintiendo pena.
―¿Verdad que sí?, es un tonto… ―comentó Amor.
―Ja, ja… sí, pero lo que vino después fue terriblemente gracioso... ―les respondí riendo para seguir contando― Simplemente, el volcán echó a reír.
―¿Salpicó lava o algo así? ―preguntó Arma confusa, que se encontraba frente a mi.
―No. Simplemente se rió… el volcán habló ―dijo con una sonrisa.
―Yo era la más conmocionada… no sabía qué hacer, ni que pasaba ―dijo Amor estirándose sobre la mesa, como si fuese una cama.
―El volcán comenzó a hablar mientras reía, salpicando pequeñas, pero grandes gotas de lava por aquí y por allá…
―Como si nada… ―volvió a decir Amor después de mí.
―Nos dijo; “Nunca había obtenido una recompensa tan jugosa… ni mucho menos de la forma en que la presentas… esta vez, por tu presencia, oh león, dejaré pasar la ofrenda y como muestra de mi amistad, no volveré más por estos lares… gracias por la el dra...ma…
―No sabía si se burlaba de nosotros… si era cierto, o nó… si debía decir gracias, o lo siento… estaba demasiado confusa ―dijo pausadamente Amor mientras se levantaba de la mesa.
―Já… había llegado en el mejor y exacto momento… y lo mejor de todo, era que el rey del fuego era mi amigo… sin la ayuda de él, no hubiera podido llegar a esa dimensión y menos obtener lo que buscaba.
―Tiene demasiados amigos raros maestro… ―dijo Daniela.
―¿Mi padre se rió?... no pude verlo… ―dijo Arma, mientras se le salían las lágrimas de los ojos― en su lecho de muerte, poco tiempo de que estuviera en su cuarto haciendo magia, no dejaron entrar a nadie y mamá estaba siempre junto a él… ―decía con lágrimas entre los labios― no puedo creer que lo último que hiciera, fuera despedirse de tal forma…
―Antes de partir a esa dimensión, me pidió que detuviera al volcán que estaba a punto de hacer erupción y que las nativas pensaban que era porque necesitaban calmarlo con ofrendas...  así que me pidió que llevara un cristal de fuego, que lo conectaría con la fuente del volcán y que gracias a su magia, haría que este no volviera a activarse dentro de otros cien años.
―Esto lo supimos poco después y me enojé bastante al saber que solo me estaba usando como señuelo… ―dijo Amor observándome con una mirada fulminante.
―Es increíble… gracias Leo… no sabía que había pasado con mi padre, ya que nuestra madre nunca habló de ello… ―dijo mientras se secaba las lágrimas y me hacia una especie de reverencia con la cabeza.
―Tranquila, no fue nada, no me debes nada... yo les debo más a ustedes ―dije para no darme el crédito por algo que no me merecía―. Bueno, para terminar... después de que calmamos al volcán y bajáramos de este, recibí, como recompensa lo que quería… relativamente ―dije dije alzando los hombros.
―¿Por? ―preguntó Alejandro.
―Porque yo estaba buscando el cristal. Y ese cristal era…
―Es la reliquia de mi família… no podíamos dárselo ―dijo Amor, respondiendo a la pregunta.
―Es este… ―dije agarrando su collar, un collar de rubí rojo brillante, que tenía una figura parecida a una llama al centro. Y el collar que me habían entregado el día anterior los mensajeros.
―Pero ahora lo tienes ¿no? ―volvió a preguntar Alejandro.
―No… ―y le entregué a Amor el collar.
―Gracias por cuidarlo, ahora, sigamos ―dijo al recibir su preciada piedra.
―Bueno, en cambio del collar, la obtuve a ella ―dije contento y sosteniéndole ambas manos.
―Tanto amor quema… ¿y qué? ¿te la quedaste como trofeo? ―preguntó Luna, quien estaba al lado del mono y que no comentó en ningún momento hasta ahora como muchos otros.
―He, es una forma ruda de decirlo… ―dije sorprendido― pero no… la única manera de obtenerlo, era casándome con ella. Lo cual al principio negó rotundamente. Pero después de varios viajes, salidas y más misiones alocadas conmigo, aceptó.
―Es una historia interesante… ―comentó Saru, que estaba frente a mí― la próxima invítame he.
―Pero si ya tienes a Lunita, no sé de qué te quejas ―dije para sacarle la cuestión.
Inmediatamente, Luna se levantó golpeando la mesa con la cara hecha tomate del rojo. «Serás…» dijo rápidamente y volvió a sentarse de brazos cruzados. Todos echamos a reír mientras veíamos a la pareja completamente apenada.
―Vamos que no es secreto… además, no tiene nada de malo… ―dijo Alma por un lado y Blanca escribió rápidamente; «Es verdad, no tiene nada de malo». Para seguir riendo entre todos.
―Bueno, será mejor que comamos ―dije mientras hacía sonar mis dedos, para hacer traer la comida, que ya estaba lista alrededor de ambas mesas.
Nadie preguntó más y nos dedicamos a comer en silencio, a excepción de uno que otro comentario sobre la comida y una que otra burla por aquí y por allá entre ambas mesas… y después de comer, nos reunimos a conversar mejor sobre el plan principal.
―Todo lo que tenemos que hacer, es buscar un pergamino blanco en toda la isla... ―dije marcando el objetivo principal― Y si se encuentran con algún enemigo, deben huir… no se pueden matar, por lo menos no saben como seguramente… todo esto es algo que deben explicarles, ustedes los líderes, a sus compañeros… Y, sobre todo, si ven una sombra de ojos blancos, deben, por lo que más quieren, correr lo más posible a reunirse en el punto de referencia ―seguí explicando hasta el final.
―¿Hay algo que saber sobre ella? ―preguntó el mono.
―Solo huye, es muy peligrosa… y más en su territorio. E intenta proteger a quien puedas, ya que estoy seguro que no muchos volverán… ―respondí observando las demás mesas del salón ―sobre todo las risas y parloteo de las personas en ellas―.
―Esperemos vuelvan sanos y salvos… ―dijo Angélica un poco desanimada por el tema.
―Si hacen lo que he dicho, será pan comido… ―le respondí para que sintiera mejor, mientras comía de un pan sobrante de la mesa.
Nadie más habló y nadie replicó… Nos quedamos hablando de cualquier otra cosa, aunque la mayoría de los temas eran sobre mi esposa. Y unas dos horas después, mi alarma sonó, marcando, en mi reloj digital, una equis que ocupaba toda la pantalla, incluyendo el símbolo. «Es hora…» dije levantándome de mi cómodo asiento, para luego caminar hacia la salida... todos me siguieron, excluyendo a las secciones y a los jóvenes, que seguían brincando por aquí y por allá con la música alegre de la orquesta.
Al salir del salón, vimos como dos grandes islas a lo lejos crecían. Una estaba cubierta de luz, que salía de entre las blancas nubes del cielo cerca de ella. Y la otra, estaba repleta de un color gris, por la gran cantidad de nubes lluviosas que se extendían por gran parte y más allá de esta... Eran totalmente diferentes la una de la otra. La primera llena de vida y la segunda… bueno, no quieren saber que no tenía muerto ya.
―¿A dónde vamos? ―preguntó Angélica temblando.
―Ya deberías de saberlo… a las chicas de verdad les gusta la aventura… aventura… ―dije repitiendo la palabra aventura.
―No quiero ese tipo de aventura… algo me dice que no debemos ir allí… ―dijo apartando la mirada y con los brazos cruzados, como intento de dejar de temblar.
―Estaremos bien, no te preocupes… ya repasamos todo el plan varias veces… además, ¿alguna vez os he decepcionado? ―les pregunté a todo.
Todos negaron con la cabeza inmediatamente. Y solo tuvimos que esperar hasta llegar a las cercanías de las islas, las cuales no se encontraban cerca las unas de las otras. Luego, el barco dio un giro y prosiguió hasta la isla llena de luz.
―Oh señor… guíanos en nuestro camino y envía a tus discípulos a la ayuda si es necesario… pero sobre todo, no dejes que nos abandonen hasta terminar nuestra travesía… ―dijo alma rezando, mientras que Blanca y Ángela la acompañaban con la plegaria.
Ya poco tiempo después, ya que el barco seguía acelerado, llegamos a la isla, donde una multitud nos esperaba… Al desembarcar, nos dirigimos a saludar hasta la casa del Chamán que servía como jefe de la isla y que ahora en paz descanse.
Después de despedirnos, salimos directo a la parte oeste de la isla, donde se encontraba un inmenso edificio abandonado. Luego, comenzó el intercambio de tiempo… Ya dentro, el edificio comenzó a cambiar, volviéndose completamente nuevo, al desaparecer una barrera que se encontraba rodeándolo.
Se podía ver claramente como el edificio se transformaba en un garaje de metal con techo alto laminado… y dentro, habían incontables automóviles, que, en la Tierra, ya no existían…, muchos de ellos eran de hace más de cinco décadas, cerca del año dos mil... muchos eran clásicos, pero los que más abundaban eran los deportivos… autos bajos, pero rápidos, que tenían carrocerías meramente decorativas pintadas en negro, como también alerones, vinilos, entre otros que eran similares los unos a los otros y que se podían lucir tanto como quisieran, ya que era literalmente, una galería... Y luego de contemplar eso, los demás, a parte de Alma, se sentían mareados por tanta muestra de historia traída a la vida. «Mejor no pregunto nada…» dijo Alejandro estupefacto. «Todo esto fue difícil de conseguir… no tanto como el barco, pero lo fue» dije dándome aires mientras reía... «Ahora, será mejor que sigamos…» continué presionando un botón para hacer que varias limusinas negras blindadas aparecieran de una abertura del suelo, que apartó los demás autos en el proceso.
Resumiendo todo, solo nos dedicamos a reunir a los grupos fuera del lugar, volviendo a colocar la barrera, claro. Los grupos estaban conformado por muchas personas, las cuales vestían igual que cada uno de los líderes de grupo, los cuales eran los chicos… los guardianes.
Cada grupo estaba conformado de siete a ocho personas y eran nueve grupos en total ―ya que el mio se dividía en dos―. El mío era el más grande de todos y era el único que no tenía una vestimenta oficial. Era donde se encontraba la pareja que el día anterior nos había traído las cartas, junto con más personas vestidas de ninjas… tres más, realmente. Y era donde, con Angélica, su madre, daniela, Alejandro y Amor, hacíamos formar el inmenso grupo, el cual tuvo que dividirse por no tener espacio en una sola limusina… Dejé por fuera a Alejandro, a Ángela y a la pareja ninja con los otros tres, ya que podían defenderse solos. En otros grupos, habían casi la misma cantidad de personas, ya que era el máximo de personas que cabían en cada coche y eso hablando de Las Limusinas.
Cuando todos estuvimos listos, marchamos directamente al destino, recorriendo alrededor del almacén deteriorado ya. Llegamos al tramo de una muy alargada carretera que daba, a los lados, a lo que se podrían describir como playas… ya que solo eran pedazos divididos de arena junto al mar.
Los chicos y yo podíamos hablar en cualquier momento, ya que teníamos las radios de las limus… Y eso hicimos… hablar y hablar… ¿De qué hablamos se preguntarán? ―o quizás no…― Pues de cualquier cosa que se cruzara en nuestras mentes… del paisaje, de lo que haríamos al llegar, de lo que debíamos buscar, cosa que los discípulos, o compañeros, aún no sabían… sobre cuanto nos tardaría la búsqueda ―lo cual me era desconocido― y otras cosas… También nos dedicamos a escuchar música, cantar con karaoke, contar chistes… lo habitual en un viaje que duraría un par de horas… y por supuesto, no faltaron los que se durmieron igual.
Poco después vimos la isla ya cerca... rápidamente, aceleramos y levantamos las alarmas. Cuando todos estaban ya despiertos y atentos, comenzamos a vigilar los alrededores mientras seguíamos en movimiento todo el ambiente comenzó a fundirse con el color que brindaban las nubes… un gris lúgubre nos iba cubriendo poco a poco, hasta que las nubes y sus tonalidades nos absorbieron completamente dentro de la isla.
Antes de llegar, tuvimos una pequeña sorpresa… el suelo comenzó a romperse y una gran roca se alzó de frente, bloqueándonos el paso. Inmediatamente, los grupos reaccionamos y nos detuvimos drásticamente quemando llantas en el proceso chocando los unos a los otros para no causar un mayor daño.
―¿Qué está pasando? ―preguntaban diversas voces por la radio.
―Mantengan la calma, estén atentos… ―dije preparándome para lo peor y observando hacia arriba después de salir del auto junto con los choques.
De pronto, unas sombras se posaron sobre la roca. Después, un relámpago furtivo se produjo detrás de ellos trayendo el sonido de un trueno poco detrás para hacernos saber sobre sus presencias.
Eran dos hombres, ambos vestidos de la misma forma… una túnica con capucha negra y máscaras blancas con rostros pintados en rojo… los mismos de antes. Pero esta vez, una nueva persona se acercaba detrás de nuestro rango de visión, mientras caminaba muy lentamente. Era un hombre muy alto y delgado, de cabello marrón, que vestía un pantalón marrón corto rasgado, una camisa también marrón, pequeña y sin mangas, que estaba igual de destrozada que su otra parte. Junto con vendajes alrededor de los brazos, piernas y mitad del torso, que seguían hasta cubrir la mitad rostro, para solo poder mostrar su blanco ojo derecho, el cual parecía perdido en sus pensamientos, pero que luego de pestañear... se convirtió en un profundo vacío marrón negruzco.
―¡¿Ustedes otra vez?... ¿Es que no se rinden?! ―exclamé con furia en mis ojos, e inmediatamente, Oryü, que salía desde lo alto del cielo, atacó sin piedad.
Los hombres detuvieron su ataque con una especie de aura negra, que luego de detenerlo, lo mandó hacia nosotro.
―No venimos a luchar… solo queremos detenerlos mientras encontramos lo que ustedes buscan… ―dijo el eco de una voz macabra detrás de la máscara de uno de los hombres, o de ambos sincronizados, que llegaban hasta nuestros oídos.
Los relámpagos seguían bajando y los truenos llegaban hasta nosotros. Cada vez comenzaba a llover más y más fuerte.
―¿Oh sí? No crean que podrán molestarnos cada vez que quieran, no soy tan misericordioso… ―inmediatamente, corrí lejos de los autos, hice un círculo mágico en mi mano y lo coloqué en la roca para lanzar una de mis sombras, la cual rápidamente se transformó en un dragón sombrío que trepó extremadamente rápido por la roca golpeando el lugar donde se encontraban destruyéndolo. Pero lamentablemente, mi ataque falló, aunque hizo que se retiraran.
―Más pronto de lo que imaginan nos estaremos viendo nuevamente… Mientras tanto, en la isla tienen pequeños regalos de nuestra parte… ―volvió a decir alguno de los hombres.
Los ecos de sus voces seguían resonando a través de los relámpagos, como si quisieran competir en magnitud, para luego, ellos, desaparecer en la oscuridad… una oscuridad que formaban desde sus pies, como si fuese un vórtice hecho de sombras que se agarraban las unas a las otras intentándose matar entre sí. Y que todo el espectáculo, eran la muestra, o eso pensaba, de las copias macabras de mis habilidades.
―Estos dos me están sacando de mis casillas... No entiendo…, si soy el último de mi clan, ¿como es que tienen técnicas de muerte?... ―dije volteandome para dirigir los grupos ante el imprevisto.
―Ahora… ¿qué hacemos Leo? ―preguntó Angélica asombrada por la gran roca ―porque eso era lo que era… una gran roca― en el camino.
―¡Todos!… ¡salgan! ―exclamé con fuerza para que las masas se agruparan fuera de los coches. Y ya cuando todos salieron, comencé a explicar lo que debíamos hacer― Tenemos que cruzar la roca, e ir directamente hacia la isla lo más rápido posible… no podemos dejar que se queden con el pergamino ―dije dando la orden.
Todos aceptaron con un grito sincronizado y los ocho grupos ―ya que el mío se había unido nuevamente― comenzamos a movernos escalando la roca, que después de cinco minutos, logramos todos subir.
Ya arriba, pudimos ver que no era una roca común y corriente la cual habían alzado y ya. La habían creado con las partes de la arena sólida… creando así un bloqueo de treinta y cinco metros de largo y los quince de ancho de la carretera junto con la orilla por el buen tramo de la playa a cada lado... lo que hacía imposible rodearla a menos que quisiéramos nadar. La roca, con más de veinte metros de altura, costó subir, pero fue una buena escalada para las personas que no tenían gran habilidad física. Y todo para impedirnos el paso.
Cuando la quisimos destruir, nuestros ataques conjuntos no le hacían mucho impacto… sí, la rompían y todo, pero nos tardaríamos horas solo para abrir el suficiente espacio para que pasaran las limus. así que rápidamente desechamos la idea de continuar en ello… era mucho más rápido caminar o correr.
―¿Cómo alguien puede crear semejante cosa?... ―preguntó Arma impresionada.
―Conozco a alguien que posee el hechizo indicado… pero no, no creo que sea él… ―dijo Saru enojado por alguna razón.
―No nos preocupemos por esto ahora… debemos seguir ―dije mientras observaba como Oryü y Maestra llegaban del cielo para informarme.
―No hay nada en el cielo salvo las nubes… debe de haber trampas solamente en la tierra, pero igual es nuestra única alternativa, ya que las nubes descargan demasiada electricidad… como si las controlaran ―dijo Maestra dándome un resumen detallado.
―Podemos seguir buscando si prefieres ―dijo Oryü para intentar seguir con la búsqueda por aire.
―No, sigamos juntos… ―dije para luego dar la orden de continuar.
Ya todos listos, comenzamos a correr y a cruzar los pedazos de piedras salidos… al llegar al final, no muy lejos, comenzamos el empinado descenso. Pocos minutos después, ya todos se encontraban seguros, e inmediatamente retomamos la rápida marcha a trote.
Unos quince minutos de travesía nos hizo llegar hasta la entrada de la isla; Un bosque oscuro y con árboles que alcanzaban los quince metros de altura, con alrededor de cuatro de diámetro… eran pinos longevos, pero estaban muertos… marchitos.
Todo el bosque estaba cubierto de nieve… y el clima no era precisamente agradable. Pero así debíamos continuar… y por otra parte, era seguro que si entrábamos, no veríamos absolutamente nada, pero eso ya lo tenía en cuenta, por lo que sacamos, con nuestros dispositivos, la suficiente luz necesaria para poder alumbraron el camino, con la función básica de las linternas.
Atravesando parte del bosque, nos encontramos con muchos animales muertos que estaban ya en sus huesos… y al verlo, la gente comenzó a dudar de si era buena idea seguir.
Después de presenciar todo, nos adentramos aún más y llegamos a una zona que estaba completamente abierta, la cual rodeaba un árbol gigante de unos veinte metros y que, al igual que todos los demás, se encontraba sin vida.
La luz de la luna comenzó a brillar. Al parecer en ese lugar no habían nubes y el aire se sentía menos pesado… e inmediatamente, nos dirigimos a el para descansar. «Llegamos…» dije para que se relajaran, cosa que fue imposible para muchos… Había demasiada tensión,y nadie  se esperó un lugar tan macabro. Incluso Angélica, quien había visto la isla  mucho antes de llegar, se sentía sumamente abrumada por no saber si volveríamos. Y, segundos después de mi voz, sucedió lo anunciado. Muchas sombras altas que eran una mezcla de las primeras y las últimas que presenciamos el día anterior, salieron de entre y debajo de los árboles, como si fuesen un ejército en una emboscada… Y luego, comenzaron a atacar sin descanso mientras gritaban como si fuesen gente sin voz, solamente se podía ver cómo sus bocas se estiraban más y más en el poco rostro que se les marcaba.
Ahí comenzó la batalla defensiva… pudimos ―la mayoría― defender varias oleadas y después de un período de diez minutos enteros luchando contra esas sombras que no parecían acabarse, comencé a ver los cambios en la situación… comenzaban a cansarse.
La mayoría de nosotros luchó, a excepción de algunos que estaban solo para reconocer el terreno y que no estaban entrenados para tanta lucha… Entre los guardianes, estoy seguro que pudimos destruir muchísimas, pero estas no descansaban y se multiplicaban con la incontable cantidad de oscuridad que producía el bosque.
Oryü, Maestra y Amor ―que era una maga experta―, estaban en el aire destruyendo con bolas de fuego las sombras y ayudaban producir luz suficiente para no necesitar de las linternas.
Los Ignis; Arma e Ignis, estaban luchando con sus armas y destruyeron un montón más… El grupo de Saru, donde también se encontraba Luna, estuvo luchando cuerpo a cuerpo la mayoría del tiempo, pero decidieron una táctica más defensiva... comenzaron solo a lanzar rocas para destruir las sombras o apartarlas del lugar, para que los demás grupos pudiéramos atacar más fácilmente a las que se acercaban saltando.
El grupo de Leviatán, Kirth y Blanca volvió pedazos a más de cien estoy seguro. Los tres grupos usaban magias capaces de dividirlas o romperlas, pegarlas al suelo con el peso de una água sagrada que poseía Leviatán y dispersarlas, junto con una luz incandescente para ellas hechas por Blanca, cegándolas y haciendo más fácil el trabajo de los demás.
Maxwell se encargaba de retener, con ondas magnéticas, los movimientos de muchas sombras, lo que hacía una buena combinación con todos los grupos y más con los de ataques físicos.
Mi grupo solo estaba creando, por una orden que dí, un gran círculo mágico alrededor del lugar… Pero esto no tenía fin y no pretendía tenerlo… muchos acompañantes se sentían débiles y sin pasión para seguir la lucha…, sus espíritus comenzaban a flaquear y los ánimos rápidamente se fueron hacia el suelo. Tenía que actuar… y rápido. «¡Señores, agrupense!... ¡Vengan!» exclamé repetidamente para que todos los grupos pudieran oír mi pedido mientras que hacía señas con mi cuerpo… Y ya cuando todos estaban dentro del círculo, le dí la orden a Alma, a Blanca y a Ángela, para que activaran el hechizo del círculo… lo que produjo una esfera de magia blanca, que funcionaba a la perfección... Y Al estar todos encerrados, solo nos quedaba presentar un nuevo plan.
―¿Qué hacemos? ―preguntó Amor.
―Deberíamos descansar un rato y seguir luchando en cuanto podamos ―contestó uno de los compañeros de Saru, que se veía más que animado, preparado y en forma por la lucha.
―Es una muy buena idea, pero pocos podemos luchar realmente contra esas cosas… ustedes solo pueden detenerlos por momentos ―dije negando el plan genocida, pero no regañándolo ni dándole un sermón.
El joven se resignó y golpeó el frío suelo lleno de nieve, mientras se sentaba en él.
―Debemos esperar un poco más… pronto vendrá… lo sé… ―dije observando los destellos que surgían de los golpes de las sombras contra la barrera.
―¿Quién es él? ―preguntó Angélica, la cual no había podido ayudar más que a traer las sombras hacia nosotros como señuelo.
Luego, por algún motivo, las sombras comenzaron a retirarse… y una sombra aún más grande cubrió todo el lugar, impidiendo que la luz pasara hacia el bosque. De la nada, gritos horrorosos comenzaron a chillar por todas partes, como si se estuvieran abriendo las puertas hacia el infierno.
Todo se tornó sumamente de negro y el escudo que nos protegía se destruyó. Las tres mujeres quedaron cansadas por la magnitud del poder que las golpeó al destruir la barrera y solo pudieron arrodillarse para no caer.
Una oscuridad completa nos absorbió y nos llevó a un lugar en tinieblas, donde apenas se podía respirar… parecía el vacío. Y uno pocos segundos después, un tic tac de reloj comenzó a sonar junto con pasos que se escuchaban acercarse. Una sombra de ojos blancos se mostró y lentamente fue acercándose junto con los ecos de sus pasos en el eterno vacío sin luz… Luego, en el cielo que aún existía, un relámpago fulminante cayó en un árbol cercano y lo encendió en llamas… mostrándonos así, la mitad del cuerpo físico del demonio… En esa figura, se mostraba... la mitad de mi cuerpo. Y la última palabra que oí detrás de mí fue; «¿Leo?...».


―Y… fin del capítulo... ―dice el señor, cerrando el libro y colocándolo sobre la mesa de noche al lado de la chimenea.
―¡¿He?! ¡no puede acabar así! ¡¿qué pasó después?! ―grita el niño reclamando que continuara con la historia.
―¡Sí, sí! ¿qué pasó después? ―pregunta la niña detrás mientras se levantaba de su cama, desarreglándola.
―No puedo seguir contándoles... ya es hora de dormir ―dice el abuelo mientras oye sonar una alarma cerca de él―. Ya es tarde, deben irse a la cama.
―Pero queremos más… ―dicen ambos niños al mismo tiempo sincronizados, cosa que pasa a menudo con los gemelos.
―Nada de peros… saben que siempre podemos seguir otro día, no desesperen… ahora… ¿Alguna pregunta? ―pregunta mirando a ambos niños intermitentemente, que se encontraban con los ojos bien abiertos mirando a su abuelo con sorpresa.
―De acuerdo… ―dice el niño refunfuñando.
―Ehm... ¿que es vislumbrar? ―pregunta confusa la niña después de resignarse.
―Ja, ja, ja... eso es del comienzo… significa ver borrosamente ―le contestó el abuelo para quitarle la duda―. Y las palabras que no entiendan, que no deben de ser muchas ya que ustedes son unos niños inteligentes..., deberán buscarlas en sus portables... ―dice luego mientras apunta a unos pequeños brazaletes grises que siempre llevan puestos ambos niños, aunque antes no se lograran ver del todo― Pero mañana..., ahora a dormir ―dice mientras mueve sus brazos para mandar a la cama a los jóvenes.
Luego de que los niños se fueran a su cuarto, el hombre mira hacia el fuego, mueve su rostro como si pensara y se dice a sí mismo; «No... todo está bien... así debería ser...» y se levanta para agarrar una cubeta de agua, para luego lanzarla al fuego y apagarlo.




~Continuará~


Siguiente Capítulo:
Sombras Lunares.


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